sábado, 27 de septiembre de 2008

Estación

Como las mentes en los aires de los manantiales,
en nuestro pequeño cuarto se observan
las miradas fuertes de nuestros ojos.
Por tu cuerpo desnudo de mujer,
de espaldas te hablo, te veo.

Recibiendo la desazón de despertar brevemente,
Va terminando la ligera noche de las grises luces,
Escondidas, apagadas; y las personas
que respiran no son las mismas,
las que habitaban en el cuarto donde habitamos
sentían la presión de todos los días,
silenciosos en el pecho abierto de nuestra alma migrante.

Vivir para ver bajar las más lindas ilusiones.
Por las noches en que suenan los relojes insurgentes de nuestros brazos alzados,
esperando la llegada del momento preciso,
del amplio peso sobre las entrañas de la patria rota,
el momento de tristeza diaria, de la pobreza estática de nuestras manos.
Como el cuerpo muerto de un hijo, de una hija,
envuelto en una túnica hecha de piedras tristes del camino;
somos una escultura de la miseria.

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