martes, 22 de septiembre de 2009

Solo

Solos
no mereciste conocer mi vida
no mereciste conocer mis ganas de morir
mis pocas ganas de todo.

En tu rostro me vi reflejado en el anochecer
Bogotano,
y las penas de mi amor se mueren
caminando por las calles frías de esta ciudad
que nunca nos gustó a ambos,
ni en el tiempo,
ni en el espacio.

Nunca viviré tan protegido
y no hay voz disidente dentro de uno mismo,
No hay merecimientos mayores en este mundo triste
que no sean los que deben tener
cada uno de los rincones de tu cuerpo,
de tu vida

Solo, así es como debí siempre estar
caminando por la misma carrera tercera cada una de las diez calles
por las mañanas, por las noches
recordando nada más
que algún día estuve por ahí contigo.

Me siento tan terriblemente confuindido
mientras vamos los dos muy juntos al cielo azul,
pero lo pasado no se puede olvidar
y aquel ayer...

Ahora miro al sol enorme, rojo
que tuvimos en frente nuestro en las calles
de mi ciudad
de mi Lima
y se hace cada vez mas y mas grande mientras lo dejo de mirar

simplemente,
no quiero verlo más,
no lo merezco
si no te veo a ti.

martes, 15 de septiembre de 2009

Suelo

Hoy llovió en la ciudad. caminé un poco entonces, tratando de evitar el agua sin éxito. Los zapatos mojados, el hambre y las ganas de un último cigarrillo. Guardaré el dinero prestado para comprar el último paquete de piel roja sin filtro, tabaco negro y fuerte. Cómo extraño el no poder fumar ahora, mientras me siento frente a esta pantalla agobiante del computador. Saldré en un minuto: los últimos cigarrillos. Sigo con hambre, tengo una ligera calentura en la frente, y me da tanto frío. Salgo, cruzo la puerta. Hay una llovizna, las gotas de lluvia gruesas caen de los árboles. Una de ellas me cae en la frente, se siente helada y sucia.

Algún día sabré si todo esto valió la pena. Si pasar frío y hambre, soledad y cansancio valen la pena tanto como para dejar uuna propia vida. Decidí que quería esta maestría, que era necesaria en mi vida. Ahora la misma vida no tiene mucho sentido mientras camino bajo los árboles que gotean lluvias pasadas, las lluvias pesadas. Es como si no existiera el saludo de los paájaros más. No tengo más palabras, más que las pocas necesarias. No miro a nadie, no quiero nada más que un espacio donde apoyar la voz. Necesito descansarla, descansar las palabras y los días mojados. Sigo teniendo frío, tengo los pies mojados y quiero hablar sólo con el corazón. Seguiré caminando hasta que se me caigan priemro los brazos, los ojos, daré pasos lentamente absorto en mi dolor hasta que sean las mismas piernas las que se caigan de mi cuerpo, una primero, y la otra ya cuando esté en el mismo y húmedo, en el frío suelo donde estoy ahora.

lunes, 14 de septiembre de 2009

sin ventanas

Entré a la habitación. Un olor a incienzo barato mezclado con olor a guardado emanó desde dentro. El cuarto era oscuro, no tenía ventanas salvo una gran puerta de color verte, madera antigua. No había cama, tendría que buscarme un colchón para dormir. Lo acepté, quedé el precio con la dueña. Miré las paredes, estaban limpias. Pienso: más incienzo, el tiempo pasará rápido, se disipará el olor ese, que me recuerda los cajones del ropero de mi abuela. Muy bien señora, creo que me quedaré aquí. La casa es antigua, las paredes parecen de barro y las vigas y los balcones internos de madera. En los techos puedo ver antiguas decoraciones, elegantes y descuidadas. Todo este lugar es así, y refleja una parte de mi, una parte de esta ciudad que no es mía. Y por eso me gusta un poco, y me quedo.

Si tu, que por algún motivo lees esta, la pequeña narración de porqué decidí quedarme en esta ciudad, linda y peligrosa, diversa y fría, entonces por el momento, intenta no juzgar el por qué de esa decisión. Intenta quedarte ahí, en esa ciudad que no te pertenece, que no te vió crecer, donde no tienes a nadie más que a tí y pocas personas. Ahí, donde estés, en Caracas o en Bogotá, en Lima o el DF; mira a tu alrededor, mira tus propias paredes, y tus propias ventanas y dime si la luz entra en esa misma habitación, y cuánto te importa que entre la luz ahí, cada día que te sientes ahí a mirar las mismas paredes, y que pienses en cuánto te gustaría estar no importa donde, no importa cuando, con la persona adecuada, con la compañía perfecta.

Miro el cuarto, veo la calle. Dejo mis cosas, saqué la ropa de mi única mochila. Cruzo la puerta, la atraviezo, y voy hacia algún lugar de Bogotá. Y espero regesar aquí, tarde, con mucho sueño, mirar el techo y esperar a que termine el día, y espero que no sea lentamente otra vez.

jueves, 10 de septiembre de 2009

niña de mis ojos

En el calor de las llamadas más cortas,
en los últimos recodos de tu voz despidiéndose
cada día en ese mismo auricular,
en el deseo inmanente de escucharte diariamente,
en la lejanía de nuestras voces
en las ganas de mirar esos ojos hermosos y tan grandes,
en cada lágrima caída de mis ojos
siento que te extraño,
cada día y cada noche,
cada tarde
en mis caminatas diurnas,
en mis momentos de quietud:
te pienso aún cuando no pienso
te amo aún dormido,
contigo sueño despierto esperando que los meses se hagan días
que los días se hagan horas
y las horas desaparezcan
como cuando se pasan tan rápido
cada vez que estoy a tu lado,
esos pocos días,
esas pocas horas,
ese poco tiempo;
pero el tiepo suficiente
como para mirarte nuevamente,
de la manera más real,
de la manera más eterna,
y saber que te amo.

siplemente, te amo como nunca amé a una mujer,
Alondra, hijita, niña de mis ojos.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

bis

Caminé hoy, desde mi habitación en el centro de La Candelaria
hasta los edificios grises, viejos y nuevos del Centro de Bogotá,
Universidad de los Andes.

La ciudad no cambia mientras uno camina diariamente.
20 minutos de ida, 20 minutos de vuelta
llegar al mismo escenario.
Sentarse en la misma silla,
prender el mismo computador,
leer los mismos mensajes,
extrañar siempre a la misma hora a la misma persona e
intentar llamarla y no ser escuchado;
enfadarse con el mismo imbécil y
caminar mirando al cielo, saber que muy pronto
caerá la misma lluvia,
la puta lluvia,
cada día
cada tarde y
cada noche
en la caminata de vuelta,
llegar a mi habitación, mirar el colchón en el piso con las cobijas desordenadas,
los mismos libros, la misma ropa
y dormir;
fumar marihuana para pensar
que mañana será
un día hermoso,
un día diferente,
quizá otro mismo día.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Meine freude

Espero no llorar más.

Me explico:
la tierra gris de nuestras ciudades negras
se alejaron tanto
que daba igual no extrañarlas más.
Las tierras se fueron volando
con el viento fuerte del sur.

Entonces ya no habían más madres de hijos muertos,
ni más hijas de padres lejanos.
no habían todas esas lejanías que siempre
condujeron al llanto.

Las palabras no son parte de la dialéctica del mundo,
no son objetos en eterna contradicción.
Las palabras no son pedazos de tierra gris
que se marchan con el viento de las
partidas.

Partidste sin contradicciòn vigente,
sin lucha de clases eterna,
sin eternidad en tus palabras que se las llevó
el mismo viento que empujaba esa misma
tierra de color gris lejos de mis ojos.

Por eso, mis ojos no llorarán más.

En momentos como hoy, como esta fría noche
en mi habitación desventanada
siento lo hermoso de la soledad
de la soledad producto del invierno más calmado
producto de los vientos fuertes y de la ausencia
de tantas lágrimas,
en estos ojos que también
vieron cómo se marchaban para siempre
tus palabras.