martes, 15 de septiembre de 2009

Suelo

Hoy llovió en la ciudad. caminé un poco entonces, tratando de evitar el agua sin éxito. Los zapatos mojados, el hambre y las ganas de un último cigarrillo. Guardaré el dinero prestado para comprar el último paquete de piel roja sin filtro, tabaco negro y fuerte. Cómo extraño el no poder fumar ahora, mientras me siento frente a esta pantalla agobiante del computador. Saldré en un minuto: los últimos cigarrillos. Sigo con hambre, tengo una ligera calentura en la frente, y me da tanto frío. Salgo, cruzo la puerta. Hay una llovizna, las gotas de lluvia gruesas caen de los árboles. Una de ellas me cae en la frente, se siente helada y sucia.

Algún día sabré si todo esto valió la pena. Si pasar frío y hambre, soledad y cansancio valen la pena tanto como para dejar uuna propia vida. Decidí que quería esta maestría, que era necesaria en mi vida. Ahora la misma vida no tiene mucho sentido mientras camino bajo los árboles que gotean lluvias pasadas, las lluvias pesadas. Es como si no existiera el saludo de los paájaros más. No tengo más palabras, más que las pocas necesarias. No miro a nadie, no quiero nada más que un espacio donde apoyar la voz. Necesito descansarla, descansar las palabras y los días mojados. Sigo teniendo frío, tengo los pies mojados y quiero hablar sólo con el corazón. Seguiré caminando hasta que se me caigan priemro los brazos, los ojos, daré pasos lentamente absorto en mi dolor hasta que sean las mismas piernas las que se caigan de mi cuerpo, una primero, y la otra ya cuando esté en el mismo y húmedo, en el frío suelo donde estoy ahora.

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