miércoles, 9 de septiembre de 2009

bis

Caminé hoy, desde mi habitación en el centro de La Candelaria
hasta los edificios grises, viejos y nuevos del Centro de Bogotá,
Universidad de los Andes.

La ciudad no cambia mientras uno camina diariamente.
20 minutos de ida, 20 minutos de vuelta
llegar al mismo escenario.
Sentarse en la misma silla,
prender el mismo computador,
leer los mismos mensajes,
extrañar siempre a la misma hora a la misma persona e
intentar llamarla y no ser escuchado;
enfadarse con el mismo imbécil y
caminar mirando al cielo, saber que muy pronto
caerá la misma lluvia,
la puta lluvia,
cada día
cada tarde y
cada noche
en la caminata de vuelta,
llegar a mi habitación, mirar el colchón en el piso con las cobijas desordenadas,
los mismos libros, la misma ropa
y dormir;
fumar marihuana para pensar
que mañana será
un día hermoso,
un día diferente,
quizá otro mismo día.

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